Cuando pensamos en soledad inmediatamente pensamos en algo negativo. Pues asociamos esta palabra con solterona, quedada, insoportable, fea, divorciada, abandonada, viuda, etcétera. Pero nunca nos detenemos a pensar que en la soledad logramos estar con la mejor compañía: nosotras mismas!

Es allí donde logramos entrar a lo más profundo de nuestra alma y conocer nuestros sentimientos y anhelos. Pocas veces nos hacemos compañía, nos hablamos, nos cuestionamos y sobre todo  pocas veces nos escuchamos. Es en esos momentos en donde podemos encontrar las respuestas a tantas interrogantes. Entonces si consideramos esto, la soledad puede ser un regalo, porque es en esos momentos en donde si escuchamos con atención, podemos encontrar o escuchar la voz de Dios. Como todos, muchas veces he tenido momentos de soledad, y fue allí donde descubrí mis más grandes fortalezas, donde conocí a la mujer que vive en mi! Y lo mejor de todo, descubrí que no estoy sola.

Descubrí que en los momentos de mayor incertidumbre y soledad, Dios me tomaba de la mano para acompañarme en mi camino. Por muchos años viví sola en un departamento que por más colorido y hogareño se sentía vacío. Por mucho tiempo llegue a casa después de un viaje deseando que alguien me recibiera con una comida casera, o con un simple saludo o abrazo de bienvenida.

Fueron muchos sábados de maratón de películas románticas deseando vivir un poco esas historias que llenaban los vacíos de mi corazón. Recuerdo que antes de dormir me asomaba desde mi ventana para ver como empezaba la famosa vida nocturna de Miami, mientras yo en pijama después de haber llenado mi estómago de comida chatarra, probablemente para llenar vacíos, intentaba dormir. Soñaba tanto con acostarme y que alguien me abrazara y me dijera: «te amo.» Como ustedes, en muchas ocasiones llore de soledad, otras muchas me cuestione mis sueños, mis habilidades y posibilidades de ser feliz. Poco a poco, dentro de mi soledad empecé a responderme a mi misma esas preguntas. Y fue en las noches de mayor soledad que sentí ese abrazo que tantas veces anhelé. Sin darme cuenta, empecé a abrir mi corazón a esa fuerza infinita que con tantas ganas tocaba mi corazón para que le abriera. Esa fuerza que en los momentos de soledad nos seca la lagrimas, nos abraza y con amor nos dice «aquí estoy Yo y te amo.»

Fue tanto lo que sentí cuando descubrí lo hermoso y gratificante que puede ser la soledad, que ahora la abrazo con amor y doy gracias por aquellos momentos en que la tuve. Ahora aprovecho los pocos en los que la tengo  y me preparo para los que vendrán. Porque en mi soledad he descubierto que amo estar conmigo misma. Que soy una mujer completa, que sigo siendo una soñadora, con incertidumbres, miedos, preguntas y con las mismas ganas de sentirme abrazada! Amada y abrazada por mi, por Dios!

Deja que grite que esa voz interior que te empuja a luchar todos los días, y que solo la escuchas cuando te das tiempo para estar contigo misma. Trata siempre de valorar cada instante contigo misma, quiérete, ámate, abrázate, sécate las lágrimas si es necesario. Permite que Dios entre en lo más profundo de tu alma, que te abrace y te diga «te amo.» Permítete escuchar a tu corazón y descubrirás que realmente nunca estas sola!

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